
¿Son necesarios los subasteros profesionales en las subastas judiciales? ¿Funcionarían las subastas sin los profesionales?
El caso es que los hechos son tozudos.
Hace unos días se subastó en Madrid un piso de Lavapiés de 24 m2 y tuvimos que colgar el cartel de «aforo completo». Fue tremendo y la secretaria judicial tuvo que trasladarnos a todos los subasteros a la sala de vistas porque no cabíamos en el juzgado.
¿Entonces, si ahora había tantos licitadores interesados, por qué esta misma subasta quedó desierta el pasado mes de enero?
La respuesta es muy sencilla: porque al redactor de la publicación que recibimos todos los subasteros profesionales de Madrid se le pasó incluirla en sus listados semanales (lo he comprobado) y, por lo tanto, la subasta nos pasó desapercibida a todos.
Los subasteros no nos enteramos de la existencia de esta subasta y por eso no asistió ninguno.
¿Quieres decir, Tristán, que no asistieron subasteros pero que sí asistieron otros postores?
No, lo que quiero decir es que como no asistieron subasteros, no asistió nadie.
Es decir, que las subastas judiciales a las que no asisten los subasteros quedan desiertas porque el resto de los ciudadanos no asiste, generalmente, a las subastas.
Dios mío, pero qué estás diciendo, Tristán, estás dando a entender que los subasteros sois imprescindibles para el buen funcionamiento de las ventas judiciales forzosas y, por ende, de la economía en general.
Por supuesto que lo afirmo.
¿Acaso crees que los bancos seguirían dando créditos si no existiese un mecanismo de cobro de las deudas de sus morosos?
La morosidad en España supera el 12%, ¿alguien en sus cabales piensa que los bancos estarían dispuestos a dar por perdido ese 12%?
En este caso que nos ocupa el acreedor no era una entidad bancaria, sino una comunidad de propietarios, uno de los cuales falleció hace unos años sin herederos o sin que los mismos se hicieran cargo de las cuotas de comunidad, incrementando la deuda hasta más de quince mil euros y poniendo a los vecinos de la comunidad en el serio aprieto de tener que aflojar sus bolsillos para compensar la deuda del finado.
Y además en tiempos de derramas obligadas por la autoridad competente.
O sea, un drama para una comunidad pequeña del Lavapiés profundo.
Así que por mucho que algunas plataformas ciudadanas hayan puesto de moda tildarnos de buitres o manifestar que especulamos con bienes de primera necesidad, lo único cierto es que esa comunidad de propietarios del edificio en cuestión nos debería estar muy agradecida a los subasteros de Madrid porque en su subasta se recaudaron treinta mil doscientos euros con lo que tienen más que asegurado el cobro de la deuda y el justo pago a los profesionales del Derecho implicados.
Ya está bien de todas esas tonterías que se dice de los subasteros. Tenemos que reivindicar la importancia de nuestra presencia en el sistema económico. El subastero juega un importante papel dinamizador de la actividad de compra venta de inmuebles.
Decir lo contrario es demagogia barata.
Naturalmente, cuando hablo de subasteros me estoy refiriendo a los subasteros tal como yo concibo el término subastero. Para entender esto lo mejor es leer el decálogo del subastero honesto.
Los bancos también son necesarios. Incluso ciertos tipos de prestamistas son necesarios.
Los bancos, en su tarea de distribución de riqueza para la generación de valor. Si un ahorrador deposita su dinero en un banco, el banco puede prestar ese dinero a terceros para que emprendan un negocio o compren bienes y servicios, dando negocio a otras empresas. Por lo tanto los bancos funcionan como recicladores de la inversión, evitando que el dinero se quede en los cajones. O sea, que sí, que son los mayores dinamizadores de la economía.
Los prestamistas también tienen su lugar con los préstamos urgentes o con un riesgo que no encaja en el modelo masivo de un banco. Un banco gana poco dinero por operación, y por lo tanto, el riesgo que asume debe ser pequeño para que las cuentas le salgan. Un prestamista puede cobrar un 15 o 25% con un riesgo mayor y así le salen las cuentas. ¿Que un 25% es usura? Por supuesto, pero quien piense así que se imagine prestando su dinero a alguien con altísimas probabilidades de impago y que luego piense a qué precio le gustaría prestar ese dinero.

Por su lado, el subastero es un experto especializado que puede ayudar a inversores potenciales a colocar su dinero en este mercado tan complejo, quienes de otra forma probablemente buscarían otras inversiones más accesibles.
Si estos inversores potenciales decidieran no invertir debido a tantas incertidumbres, eso produciría un mercado menos eficiente y, por lo tanto, que los bienes subastados alcanzaran un precio menor, con evidente perjuicio para el deudor y para su acreedor.
¿Perjudica el subastero al mercado? Realmente lo impulsa, teniendo en cuenta el complejo laberinto judicial español, beneficiando a todos los actores del drama.
Acabar con los subasteros sería muy fácil. Bastaría con que los legisladores se molestaran en eliminar de la ecuación la inseguridad jurídica, garantizando la transparencia absoluta en las subastas y entregando los pisos limpios de polvo y paja, sin cargas ni ocupantes, llave en mano y completamente libres de desagradables sorpresas.
Entonces muchas personas dejarían de cagarse en los pantalones y acudirían en masa a las subastas y las viviendas terminarían adjudicándose con descuentos de tan solo el cinco o diez por ciento, margen más que suficiente para compradores finales.
Porque no es de recibo que los juzgados subasten viviendas inexistentes, con cargas que juegan al escondite, demandas subrepticias, falsos inquilinos y con los infinitos problemas que hoy existen y cuyo listado haría de estos párrafos un post eterno .
Si una casa de subastas subastase un bien que solo existiese en la documentación (por ejemplo un cuadro de Picasso que ardió hace años) el escándalo sería monumental y alguien de Sotheby´s acabaría en la cárcel.
De un servicio público se debería esperar excelencia, no semejante despropósito.
Lo primero jubilar a tantos jueces y secretarios judiciales incompetentes y ciegos para el interés ciudadano que no se dan cuenta de que hasta ahora no han sido otra cosa que fábricas de subastas sin postores.
Con estos cambios todo el mundo saldría ganando, excepto yo y el resto de los actuales subasteros, que perderíamos el interés por las subastas y buscaríamos otro trabajo o nos iríamos, por fin, a nuestra isla soñada.
Pero como esto último no va a suceder, lo mejor será prepararse y formarse para invertir como un pro.
Y no quisiera finalizar el post sin hacer un pequeño comentario respecto al término «subastero», que algunos consideran que es peyorativo pero del que yo nunca me ha escondido ni lo he disimulado. Incluso hay un conocido subastero que sale por YouTube hablando de los subasteros como si él no tuviera nada que ver con ellos y que se aplica a sí mismo el término, con menos aristas, de «licitador».
Pues bien, ambos términos no significan exactamente lo mismo, pues licitador es sinónimo, más bien, de «postor», es decir, la persona que puja, que hace posturas en las subastas. Postor o licitador lo puede ser cualquiera durante los cinco minutos que dura una subasta.
Subastero es un término que engloba muchas más cosas. El negocio del subastero no consiste solo en participar en las subastas y pujar por los bienes subastados, sino que, además, investiga los expedientes judiciales, visita e investiga los bienes que van a salir a subasta, intermedia entre los inversores y las subastas, compra y vende y, en definitiva, es una especie de hombre orquesta que lo hace prácticamente todo él solito.
Y respecto a su carácter peyorativo quiero manifestar que simplemente no lo entiendo. Reconozco que algunos subasteros han llevado a cabo malas prácticas y que otros todavía lo hacen, pero eso sucede en todas las actividades económicas sin que las malas artes de unos pocos hayan manchado tanto a todo un sector.
Por ejemplo, debo decir que en las distintas fases de creación de esta web he tenido problemas con algunos profesionales que en cuanto les decías de qué iba a ir la web salían corriendo y no querían saber nada.
Por un lado lo entiendo porque yo tampoco querría tener nada que ver, por ejemplo, con un traficante de armas o de personas o con cualquier tipo de delincuente confeso. Pero por otro lado esa actitud casa mal con el hecho de que desde siempre me haya ocurrido que cuando en un nuevo entorno digo que soy subastero, en seguida acaparo la atención de todos los presentes que me empiezan a atosigar con preguntas y que pretenden aprovecharse del chollo de conocer a un subastero y si es posible comprar algún chollo inmobiliario.
Conclusión, vivimos en una sociedad muy hipócrita que, por un lado tiene mala opinión de los subasteros pero que por el otro lado si puede aprovecharse de conocer a uno lo hace sin rubor.
Ayúdame a difundir el contenido de este blog por las redes sociales, gracias.
Soy Héctor Arderíus, pero todos me conocen como Tristán el Subastero.
