
Ojalá no hiciera falta desahuciar a nadie y que las casas se subastaran vacías, pero la realidad es otra y en el negocio de las las subastas, o aprendes a desahuciar o mejor lo dejas.
A los demandados hay que darles todas las facilidades del mundo para que se vayan con dignidad de las viviendas subastadas, pero nunca hay que darles la menor oportunidad de permanecer ni un segundo de más en las mismas. Hay que aprender a desahuciar.
La primera fecha para el lanzamiento fue fijada para octubre del año pasado, pero Paco, mi cliente, se ablandó y, en el último momento, creyó en la palabra del ex propietario en el sentido de que si le concedían un mes más de estancia se iría sin problemas y, además, le dejaría la casa pintada.
¡¡Yo no me lo podía creer!!
Y casi me cuesta mi amistad con él, quien ya era amigo mío mucho antes de convertirse en cliente. De hecho, si no hubiera sido por nuestra amistad ahí mismo le hubiera dejado colgado y no hubiera seguido tramitando el lanzamiento como he venido haciendo desde entonces hasta el pasado viernes en que finalmente se llevó a cabo.
Lo voy a volver a repetir porque esto tiene que quedar meridianamente claro. Con los demandados hay que hablar hasta la saciedad y facilitarles las cosas para que se vayan con dignidad de las viviendas subastadas, pero nunca hay que darles la menor oportunidad de permanecer ni un segundo de más en las mismas.
Desahuciar…
Si no entiendes esto mejor que te dediques a otra cosa.
No hace falta ser un hijoputa. Solo hay que seguir las pautas del decálogo del subastero honesto.
El caso es que aquel tipo había desoído todos mis intentos de acercamiento y cuando finalmente nos presentamos el pasado octubre en su casa para lanzarle no había hecho ni las maletas.
Es alucinante la huevonería que tienen algunos.
Son casos rarísimos, pero es algo con lo que hay que contar si pretendes invertir y ganar dinero en las subastas judiciales. De vez en cuando hay que desalojar a alguien.
El primer error de Paco fue acompañarme al lanzamiento a pesar de mis consejos en contra.
Pero se empeñó en venir y vino.
Y claro, la cagó, porque cuando se enfrentó al panorama de que los de la empresa de mudanzas empezaran a meterlo todo en cajas para sacar las cosas y el tipo de dentro se puso a lloriquearle y a llenarle la cabeza de promesas, el pobre Paco tomó la salida más fácil y suspendió la actuación judicial.
Si no hubiera venido eso no hubiera pasado.
Cada vez tengo más claro que esto de las subastas no es para novatos. Ni siquiera aunque vayan de la mano de subasteros que conozcan los secretos para invertir como profesionales.
Macho, si le tienes miedo a las balas no vayas a la guerra, que para eso estamos los profesionales. Precisamente para evitarte esos trances, entre otras cosas, es por lo que te cobro el 6% de comisión. Para desahuciar ya estoy yo.
A la semana siguiente el tipejo llorica se personó en el juzgado y pidió justicia gratuita y luego, ya con abogado y procurador, solicitó ser considerado familia en riesgo de exclusión social y que, al amparo del artículo 1 de la Ley 1/2013, se suspendieran todas las actuaciones y que el proceso de lanzamiento fuera suspendido.
Y la cosa podría haber sido aún peor. Conozco casos de ocupantes que han aprovechado ese tiempo «extra» que les concedieron adjudicatarios blandengues para reventar la casa a conciencia. En el Blog de Subastas Judiciales de Rankia se han contado algunos ejemplos escalofriantes.
Naturalmente el juez se lo denegó porque a menos que el adjudicatario haya sido el banco acreedor el demandado no tiene derecho a esos beneficios, pero la broma le ha costado a Paco tener que pagar los honorarios de un abogado y un procurador para que defendieran su derecho y nada menos que cinco meses de retraso.
Por eso, cuando el viernes llegamos a la casa y la encontramos vacía el pobre Paco lloraba, más que de alegría, del alivio de la tensión que había estado sufriendo desde que cometió el error de creer en la palabra de alguien a quien están a punto de echar de su casa y que hace y dice lo que sea con tal de evitar el trago.
Moraleja, nunca hay que conceder ni un minuto a los demandados para permanecer en las viviendas subastadas, ni tampoco hay que alquilárselas ni firmarles nada. Si no se van voluntariamente hay que desalojarles sin contemplaciones. Hay que aprender a desahuciar.
Y a otra cosa mariposa.
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Soy Héctor Arderíus, pero todos me conocen como Tristán el Subastero.
